miércoles, 19 de noviembre de 2008

Al atardecer de la vida


















Leemos en la parábola de los talentos que todos los empleados recibieron la confianza del jefe. Nadie se quedó fuera del reparto de talentos, por lo que la cuestión no era ¿tengo algo que merezca la pena? Si no, sabiendo que el jefe confía en mí porque valgo la pena, ¿qué hago con lo que tengo? Mientras gastamos tanto tiempo en pensar en si valemos o no, en “aumentar nuestra estima”, Jesús nos recuerda hoy que El nos estima a todos de una manera infinita. Confía tanto en tu valor que te compró a precio de sangre, y te llenó de talentos. Para que los uses, para que hagas maravillas en tu vida, porque tu “cristoestima” está siempre en los niveles más altos.

Hemos nacido todos para hacer cosas grandes, aunque nuestros talentos nos parezcan pequeños. A veces nos parece que todo nos sale mal, que nunca seremos realmente valiosos. Por el contrario, otras veces pensamos que valemos mucho porque somos lo mejor que se pasea sobre la tierra. Jesús, sin embargo, nos recuerda que el talento más grande que tenemos es la capacidad de amar, de disfrutar del Amor de Dios y de hacer felices con su fuerza a nuestros hermanos.

Si Jesús nos pide cuentas de lo que hemos hecho con los talentos que nos ha dado, más aún, al atardecer de nuestra vida, nos examinará del amor que hayamos vivido en la tierra. ¿Preparados para aprobar?

No hay comentarios: