martes, 6 de noviembre de 2007

Una carta de presentación



Hoy se cumple un mes desde la primera vez que celebré la misa como nuevo párroco en Robledo, tras salir de mi anterior parroquia en Pozuelo. Me va a costar olvidar el cariño y la cercanía que tantos robledanos mostrasteis en aquella ocasión. No sólo con la asistencia a la toma de posesión, sino también con vuestros detalles de bienvenida (unas bonitas ofrendas que recogían lo mejor de las tradiciones de Robledo) y vuestras palabras de acogida. Esta acogida cercana y amable es lo primero que me ha encantado encontrar en el pueblo. Más aún cuando veo que esta actitud se repite día tras día en las calles y en las plazas de nuestro pueblo. Realmente resulta difícil no sentirse bienvenido en Robledo, y yo desde luego, me siento ya uno más de los robledanos, aunque haya sido el último en llegar...

Pero bueno, lo realmente importante no es hablar de mí. El sacerdote llega a un pueblo como representación de Jesucristo y de la misión ya milenaria de la Iglesia Católica. Y eso es lo importante. Por eso, aunque es pronto aún para hacer “planes de actuación” en Robledo, si que tengo un plan ya muy claro: mi tarea aquí es hacer más cercano a vosotros el amor que Cristo tiene por cada una de vuestras personas, y que la Iglesia, en medio de sus limitaciones y carencias, os intenta dar cada día con toda la entrega posible. Y esta tarea es lo más importante de mi vida, y lo más grande que los sacerdotes de Robledo podemos dar al pueblo.

Es una tarea bien grande, y por eso ha de empezarse con pasos pequeños. Y sin duda, el primero, es conoceros bien. No sólo vuestra historia y el extraordinario patrimonio cultural y artístico de Robledo, sino sobre todo conocer vuestras personas. Dice el refrán que “lo que no se conoce no se ama”. Ya dije desde el primer día que la tarea que tengo más a mano es conoceros: vuestras caras, vuestros nombres, vuestras alegrías, vuestras necesidades, vuestras preocupaciones, vuestras capacidades, vuestras tradiciones... Y una vez que las conozca (cosa que me llevará su tiempo porque ya os habréis dado cuenta de que soy un gran despistado), atenderlas con el amor de Dios lo mejor que pueda. Este, por tanto, es el primer gran paso. Y ya al empezar a darlo he encontrado vuestra respuesta. Gracias a todos los que os habéis ido presentando y a los que os habéis parado a charlar un rato en la calle o en la Iglesia.

También cuento en esta tarea con D. Santiago. Ha sido vuestro párroco durante muchos años y os conoce muy bien, con ese conocimiento lleno de amor con el que los sacerdotes que han ido dando su vida por la parroquia conocen a los suyos. Para mí es una alegría seguir los pasos de un sacerdote bueno, que ha gastado tantos años por vosotros con cariño y fidelidad. Desde luego, le seguiremos viendo por la parroquia, que nunca dejará de ser su hogar.

Y no sé qué más deciros ahora; que recéis por los sacerdotes de Robledo, igual que ellos rezan por vosotros y vuestras familias todos los días. Estoy seguro de que entre todos podremos aportar algo para que los grandes valores de la humanidad y de la Iglesia sigan creciendo en nuestro pueblo. Valores como la solidaridad, el respeto, la comprensión, la acogida, la hospitalidad, la promoción espiritual y cultural o el amor a la Creación son muy necesarios para todos. Espero que con vuestra ayuda la parroquia de Robledo los haga presentes y operativos en el pueblo. Muchas gracias por todo lo que he recibido de vosotros en este mes, y hasta el próximo encuentro... en la calle o en la Iglesia.

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