Tuvo una labor muy difícil Carlos Borromeo
cuando fue nombrado arzobispo de Milán, en los revueltos tiempos del siglo XVI.
Sin embargo, lleno de amor a Jesús, dedicó por entero su tiempo a
organizar su diócesis, a formar y ayudar a los sacerdotes, a renovar la vida en
los monasterios y a impulsar con decisión la ayuda social a los más necesitados
de la sociedad milanesa. Se dedicó con admirable atención a los enfermos, en
quienes veía una verdadera presencia de Jesús, y a los que servía en medio de
epidemias y calamidades. Un gran obispo, protagonista de la verdadera reforma que la Iglesia
necesita siempre, basada en la fidelidad a Jesucristo, la caridad con los más
necesitados y la fidelidad a la Tradición y a su tiempo. Pedimos a san Carlos
para que el Espíritu Santo siga guiando a muchas personas, en los distintos
estados de la vida cristiana, hacia el verdadero deseo de reforma y fidelidad a
Dios en medio de nuestro mundo.
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