EVdHOY: “Jesús dijo a todos: sed
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Parece increíble que Jesús
ponga como meta de la vida de todos sus discípulos la misma perfección de Dios.
Esto explica la enorme exigencia de sus palabras, que nos animan a vivir el
amor, la compasión y la misericordia con la misma universalidad e
incondicionalidad con que Dios mismo las vive. Toda su enseñanza sería
realmente increíble, imposible y hasta desesperante (cuántas veces fallamos
todos…) si tuviéramos que practicarla sólo con nuestras fuerzas. Pero al
vincular su enseñanza al Padre del Cielo, Jesús nos recuerda que es la fuerza y
la gracia del Cielo la que nos hará capaces de empezar a trabajar este camino
de amor compasivo y misericordioso hasta llegar a la meta. Los discípulos de
Jesús cuentan con la ayuda, el perdón y el ánimo que el Espíritu de su Padre
pone en sus corazones. Necesitamos a diario pedir esa fuerza del Cielo en
nuestra oración cotidiana para convertir este camino imposible en una senda abierta
hacia la plenitud de la fe y la paz del corazón. Porque sólo si nos animamos a
vivir este camino de los hijos de Dios podremos esperar algún día alcanzar esa
perfección de la fe en donde se recibe la verdadera paz.
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