
El misterio de la Ascensión del Señor tiene siempre un aire de despedida. Jesucristo resucitado se despide de sus Apóstoles para volver a su Padre del Cielo. Sin embargo, la despedida no supone una ausencia. Jesús subió al Cielo para sentarse a la derecha del Padre, y recibir así todo poder en el Cielo y en la tierra. Y como el poder de Dios está siempre pendiente de nosotros, podemos creer con certeza que Jesús sigue actuando entre nosotros con el poder de Dios. Por eso su Ascensión no es una ausencia, sino un nuevo modo de estar presente.
De hecho, Jesús está en el Cielo para seguir intercediendo por nosotros. Allí ha ido para prepararnos un sitio. Allí ha ido para desde allí cuidarnos a todos, como nos recuerda el gesto de bendición con el que Jesús se despide de los Doce. Allí ha ido para ayudarnos en nuestras tareas de cada día, pues el único que tiene el poder del Cielo, que tanto necesitamos para sacar adelante nuestra vida en la tierra.
Por eso cuando celebramos esta fiesta de verdad, sabemos mirar al Cielo de otra manera. Allí está Jesús, esperando nuestra oración y nuestro amor. El derramará sobre nosotros las bendiciones del Espíritu Santo, que descenderá del Cielo enviado por Jesús. Y allí también está María, nuestra Madre, a la cual veneraremos especialmente en este mes de Mayo que comienza con la llegada de la Virgen de Navahonda. Que ella también nos cuide y nos guarde cada día.